Sambayon


Volví a probar el helado de sambayon y me gustó. Hubiese jurado que era un gusto que nunca iba a poder adquirir. Lo mismo pensé de la canela, de mis gustos musicales y de tantas otras cosas. Al final, el paladar de la vida cambia. Cambié tanto que a veces no me reconozco: mis límites, mi manera de presentarme, cambié la forma de habitarme. Cambié mi peinado, mi color de pelo, cambié de estilo un par de veces. Cambié la manera en proyectar el amor, cambió mi forma de entender las amistades. Cambié yo y cambió mi entorno. A veces me sigo sintiendo como esa niña pequeña que admiraba a sus padres más que a nadie en el mundo, y a veces me siento una mujer adulta que vive en la nostalgia del pasado. ¿Por qué le tengo tanto miedo al cambio? Si al final es lo más natural que tenemos, es lo inexorable, lo inevitable, lo seguro. Vamos a cambiar y a morir. Quiero festejar el cambio, abrazarlo, entender que es la única constante en este universo. El agua se estanca en la quietud. El cambio es doloroso pero nada es tan doloroso como quedarse atascado en un lugar que no te pertenece.


Bienvenido Cambio, quizás sin saberlo te estaba esperando.



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